poeta invitado,
Guatemala,
(No. 4, serie Pandemia)
HUMANÍA
(3 de junio de 2020)
(3 de junio de 2020)
En aquel mundo de infinidad de vidas,
arrebatándose ferozmente la sobrevivencia
apareció el Homo sin anunciarse
burlando el fragor del planeta.
Despacio, avanzó entre la maraña.
En el suave susurro del tiempo,
de rama en rama, de huella en huella,
lento, muy lento caminó el Homo
las rutas del avance y el empeño.
de rama en rama, de huella en huella,
lento, muy lento caminó el Homo
las rutas del avance y el empeño.
Cada paso duraba cien lunas.
Miles de soles atravesaron el cielo
y ese Homo en su pálido andar
descubrió el fuego y la rueda.
Miles de soles atravesaron el cielo
y ese Homo en su pálido andar
descubrió el fuego y la rueda.
En las cavernas dejó el Homo
pintada su existencia rupestre.
pintada su existencia rupestre.
En las entrañas quedaron
sus huesos enterrados
como escritura de la Historia.
sus huesos enterrados
como escritura de la Historia.
En el aletear de mareas y más mareas,
de mareas sin descanso
el Homo descifró el enigma de los metales.
Pulió los sonidos guturales,
los convirtió en palabras, en lenguaje,
y con la serena paz del pensamiento
parió las letras.
Letras, letras, creación maravillosa
palpitar del alma, sangre y viento,
respiro de angustias sollozo de amores,
savia y destello, contadoras de historias.
de mareas sin descanso
el Homo descifró el enigma de los metales.
Pulió los sonidos guturales,
los convirtió en palabras, en lenguaje,
y con la serena paz del pensamiento
parió las letras.
Letras, letras, creación maravillosa
palpitar del alma, sangre y viento,
respiro de angustias sollozo de amores,
savia y destello, contadoras de historias.
Día tras día, año tras año, siglo tras siglo,
las estrellas que cuelgan
de los hilos de la noche,
la fría belleza de la Luna, el misterio del Sol,
el agua, la selva, los eclipses,
alimentaron la mente prodigiosa de ese Homo salido de la nada
y, entonces,
a ese hincarse los dedos
en la palma de su mano al contar los peces,
los árboles, los granos, los días y las noches
le dio nombre y figura
¡y nacieron los números!
Verticales, congelados, exactos.
Les faltaba el aliento.
Inmóviles, los números presenciaron
el desfile Interminable del tiempo
hasta que una explosión mental
del Homo Sapiente
penetró la venda oscura y descubrió el vacío.
¡El Cero!
Para que esos números se volvieran infinitos.
Con palabras, números y letras
el Homo mereció la corona
del mundo viviente
y como el río sin freno
que se hunde en la cascada
nada lo detiene.
las estrellas que cuelgan
de los hilos de la noche,
la fría belleza de la Luna, el misterio del Sol,
el agua, la selva, los eclipses,
alimentaron la mente prodigiosa de ese Homo salido de la nada
y, entonces,
a ese hincarse los dedos
en la palma de su mano al contar los peces,
los árboles, los granos, los días y las noches
le dio nombre y figura
¡y nacieron los números!
Verticales, congelados, exactos.
Les faltaba el aliento.
Inmóviles, los números presenciaron
el desfile Interminable del tiempo
hasta que una explosión mental
del Homo Sapiente
penetró la venda oscura y descubrió el vacío.
¡El Cero!
Para que esos números se volvieran infinitos.
Con palabras, números y letras
el Homo mereció la corona
del mundo viviente
y como el río sin freno
que se hunde en la cascada
nada lo detiene.